Introducción a la Serie de los Trabajadores de la Luz


Sandra Gusella


Con el mismo alivio y sosiego de un náufrago que encuentra tierra firme me he deleitado y he descansado en la integridad, la calidez y la belleza de estos mensajes embebidos en Amor y Verdad. La energía de Jeshua (Jesús) ha sido la costa segura, el sol cálido y reconfortante y una voz sabia y amorosa que ha resonado en mi corazón con un eco absolutamente familiar.
Sintonizar con la energía de Jeshua, con la energía crística, con nuestra propia energía es como arribar finalmente a una tierra paradisíaca plena de abundancia, belleza y armonía.
Sólo con los ojos curiosos y llenos de asombro de un niño podremos ver esta tierra llena de encantos, sólo con autenticidad y sin máscaras podremos respirar este aire puro, y sólo con un corazón dispuesto, valiente y sin ataduras podremos correr libres por sus costas.

Muy alejada de esta tierra, en el mar ignoto y vacilante de la dualidad terrenal, crecí con una certeza interior de que había algo asombroso y magnífico por descubrir. Y esa certidumbre parecía presionarme por dentro, hasta llegar al punto de desbordarse de mí como un impulso infrenable a querer ver aquello que estaba oculto a nuestros ojos. A veces este entusiasmo arrebatado se manifestaba en mí en la acción literal de buscar ‘algo’ sin saber exactamente qué; entonces parecía liberar esa ansiedad indagando en todos los armarios, cajones y baúles de mi casa hasta hallar algo que me resultara interesante. Desde niña siempre sentí una tremenda curiosidad por conocer aquello que escapa del rango de percepción humana; no sólo en el ámbito de la realidad física, mundos macro y microscópicos, sino también en lo que respecta a los temas metafísicos. Estaba aún en la escuela primaria cuando descubrí la dicotomía y la discordancia entre ciencia y religión y comencé a cuestionarme la verdad que había en ellas.

Mis experiencias en el ámbito de la religión no fueron agradables en absoluto. Sentía una total resistencia a la autoridad con que se me presentaba este dogma y una absoluta incredulidad por su contenido. Entonces entré en una especie de guerra personal contra el dogma, desafiándolo a darme respuestas verosímiles sobre la esencia humana y su origen, así como también sobre un concepto aceptable de Dios. Pero después de años de contienda con todas las clases de creencias religiosas, y hechizada por las maravillas que me revelaba la ciencia pujante y expansiva, decidí que me alistaría a las filas del conocimiento científico porque sentía por dentro que ahí estaba lo maravilloso a descubrir. En esta disciplina volqué mi pasión durante años. Y en cuanto a lo metafísico, llegué finalmente a la conclusión de que evidentemente había un Dios o ser Superior en el universo, pero que el entendimiento sobre esto estaba totalmente fuera del alcance de la comprensión humana. Me convencí a mí misma de que nunca podríamos llegar a captar el significado de Dios con nuestras limitadas mentes humanas; y de que todo lo manifestado con respecto a esto surgía simplemente de la imaginación de seres de carne y hueso, y en muchos casos con intenciones ocultas de manipulación, control y ejercicio del poder sobre los fieles. Por lo tanto, di como concluida mi búsqueda en lo que a cuestiones espirituales se refiere, sumándome al agnosticismo y sumergiéndome entonces de lleno en la ciencia.

Por otro lado, la historia sobre la vida de Jesús siempre dejó en mí un tierno sentimiento, y me he sentido muchas veces embelesada por el carisma, por la determinación y por la fe inquebrantable que mostró durante su vida, aptitudes que lo convirtieron en el líder más trascendente de toda la historia de la humanidad. Durante mi infancia, con frecuencia me sentía cautivada por su imagen y mensajes colmados de amor. Recuerdo haberme detenido en instantes de introspección profunda y sentir con mucha alegría una especial afinidad por Jesús, percibiendo entonces una extraña y dulce cercanía hacia su ser.

Con los años la ciencia fue perdiendo su poder de encanto sobre mí, y fui sintiendo que mi fuerza interior se debilitaba paulatinamente en este ámbito. Entonces el mar vacilante pareció embravecerse como nunca y me hallé a mí misma en el inmenso océano de lo incierto, trastabillando en mi pequeña barca y sin tierra a la vista sobre el horizonte.
Durante la prolongada oscuridad interior en la que osciló mi alma, mis esperanzas de hallar algo diferente a lo conocido se desvanecieron totalmente y mi llama interior se debilitó. Me sentía como un pintor a quien se le acabaron los óleos para siempre. Pero, entre la desolación y el desánimo, un día descubrí que contaba en mi interior con un ancla; un ancla que me conectaba a una tierra muy profunda y lejana pero firme. Y entonces comencé un día a escribir. Y descubrí así, con total asombro, la felicidad y el estado de arrobamiento que me provocaba establecer esa conexión con mi ser interior; y volcar hacia fuera, a través de la expresión escrita, lo que manifestaba una fuerza intensa y poderosa que emergía desde mis cimientos más profundos. Había hallado algo asombroso dentro de mí, y sentía que mi esencia brotaba como rosas sobre el asfalto gris de la razón, quebrantando la estructura del pensamiento y embebiéndola en efluvios de luz.

Contando ahora con mi ancla, la cual de tanto en tanto me daba un respiro para detener un poco mi derrotero incierto, seguí navegando estoica por el mar extenso de mi vida.
Y Así fui conducida por las diferentes circunstancias que se fueron cruzando en mi camino; luchando casi siempre, ya que esas circunstancias, la mayoría de las veces, parecían ser bloqueos más que puertas de salida.
Hasta que un día, una inmensa luz como de fuego, estampada en el cielo aún oscuro de la madrugada, descendió delante de mis ojos mientras viajaba por una ruta desolada. La profundidad y la intensidad de aquellos colores dorado y rojizo, tiñendo el campo al costado del camino, me revelaban la veracidad de la existencia de algo aún desconocido por la humanidad. Aquél suceso fue como el grito ‘Tierra’ para un barco perdido que lleva mucho tiempo buscando una costa donde vararse.

En los años siguientes a ese hecho asombroso, mi alma comenzó a ser sacudida por fuertes tempestades que cubrieron el cielo y agitaron las aguas de mi vida por mucho tiempo. Crisis económicas, trabajos insatisfactorios, problemas de pareja y demás infortunios formaban parte del panorama que se me presentaba en aquella época. Y así fue transcurriendo el tiempo, con mi vista lejana y prolongada hacia un horizonte por demás de amplio y extenso, con la esperanza de que tal vez un día se manifestase nuevamente aquella poderosa luz en el cielo. De vez en cuando mi intuición me decía que debía indagar en aquel extraño fenómeno, que había algo ahí que debía averiguar.

Jamás podría haber imaginado lo que me aguardaba detrás de esa búsqueda. Aquella luz era el faro que indicaba la costa. Y así fue como arribé, ya sin barca siquiera, como un náufrago, a las cálidas playas de mi tierra interior. Entonces la energía del Hogar me abordó de repente una noche impregnando todo mi ser, sacudiendo cada fibra de mi cuerpo y cada rincón de mi alma. Pero a pesar de tener el cuerpo afiebrado y agotado, sabía que estaba siendo sanada, clarificada y renovada por esa alta vibración, y me sentía sumergida en una nube de paz y bienestar interior jamás experimentado.
Con la comprensión, con el entendimiento que había buscado durante toda mi vida, llegaron también el sosiego y la alegría. La maravilla que se presentaba ante mis ojos superaba todo lo posiblemente imaginado. El Hogar era una tierra cálida y bella, y me deleitaba en respirar profundamente su aire puro y reconfortante. Descubrí que la realidad se veía diferente desde esta vibración, como si me hubiese librado de pronto de unas gafas oscuras que limitaban mi visión. La energía del Amor se descubría en cada ángulo de la existencia, como si hubiese flores escondidas en todos los rincones oscuros de la vida, o como si se viese titilar una luz incluso dentro de las piedras. El flujo luminoso que emanaba desde la Fuente lo impregnaba y lo constituía todo, y se concentraba en mi corazón desbordándose también de él. Y a veces su intensidad era tal que sentía claramente esa esencia viva encendida en mi pecho, dándome una sensación dulce de alegría y plenitud.

La canalización de la energía crística me ha hecho pasar por experiencias de los más intensas y asombrosas, pero conduciéndome siempre a la expansión de mi consciencia y a un punto de paz y quietud interior.
Finalmente, lo maravilloso que había buscado toda mi vida no estaba en el ámbito de la ciencia, ni en los dogmas religiosos, tampoco en los armarios de mi casa, estaba dentro de mí. Ésta es la ‘Tierra Crística’ que recién comienzo a explorar. Aquí se halla la fuente de todo el conocimiento, la comprensión de nuestra esencia y de nuestra relación con todo el universo. Aquí se halla la energía del Amor que a todos nos pertenece. Aquí se descubre nuestra chispa de Dios. En esta tierra encontré a Jeshua.

Ha sido un gran desafío para una persona como yo, que había deambulado por los ámbitos del agnosticismo, descubrir y sentir a Jeshua llegando a nosotros desde otro plano de realidad. He tenido que pasar por intensas experiencias con energías de otra dimensión y seguir la guía interior de mi intuición para despertar a esta verdad. Pero al mismo tiempo, integrar nuevos aspectos de mi ser, descubrir y sentir esta realidad y deleitarme en las maravillas que se nos revelan en estos tiempos asombrosos de transición y cambio hacia una nueva era, me ha colmado de una gran dicha.
Descubrir a Jeshua hablándonos tan sabia y tiernamente, como nuestro maestro, hermano y amigo es una experiencia sublime y sagrada. Con su energía inmensa, amorosa y colmada de sabiduría llegando a nosotros nuestro corazón se abre, nuestro ser terrenal se funde con nuestro ser divino y descubrimos entonces nuestra parte de Dios, de Todo lo Que Es en nosotros mismos.

Jeshua comienza a hablarnos, a través de Pamela Kribbe, en esta primer serie de mensajes, los cuales se podrían definir con la palabra ‘expansión’. Nuestra consciencia se expande asombrosamente a medida que vamos asimilando estas palabras; las cuales, sobrepasando los límites de lo terrestre, de lo biológico y de la realidad física, nos revelan una información sorprendente sobre los orígenes y evolución de la humanidad y de la vida en la Tierra. Con inconmensurable sabiduría y claridad, Jeshua nos lleva a la comprensión de esa génesis y del ciclo individual y planetario desde una perspectiva multidimensional. Es desde un plano amplio y elevado, sin espacio y sin tiempo, que vemos el cuadro completo y descubrimos nuestra conexión, presente y eterna, con todo el universo, con Dios y con todas las formas de vida.

Un nuevo portal hacia el universo y hacia las dimensiones superiores está siendo ofrecido a la humanidad, pero para entrar en él se requiere que incorporemos claramente en nuestra consciencia la noción de alma, espíritu y Dios. Jeshua nos ayuda a pasar a través de esta puerta, y a descubrir la misma chispa de luz pura o espíritu en las diferentes formas de vida del universo.
También es preciso expandir nuestra consciencia para asimilar la información vertida sobre la naturaleza, historia, características propias y misión en la tierra de aquellas almas llamadas Trabajadores de la Luz. Dicha información, este nuevo foco sobre la vida extraterrestre, desafía nuestra capacidad de abrir nuestras mentes y de liberarnos de ideas y conceptos que pueden haberse arraigado firmemente dentro de nuestra consciencia individual y colectiva.

Jeshua nos describe además el profundo proceso del ‘despertar’. Nos habla del movimiento interno personal por el que pasan muchas personas; aquellos quienes, liberando todas las formas de pensamiento y sentimiento basados en el ego, están emergiendo a una nueva consciencia basada en el corazón.
La descripción precisa y exacta de nuestras propias experiencias en este proceso, con todas sus implicancias, es su rasgo distintivo. Jeshua indaga profundo en nuestros cuerpos mentales, emocionales y espirituales para mostrarnos las raíces desconocidas y ocultas de todos nuestros comportamientos, sentimientos y formas de pensamiento, que son en definitiva los principales jugadores en este campo de experiencias de la dualidad; expandiendo de esta manera nuestra consciencia también en lo que respecta a la comprensión de la naturaleza humana.

La luz volcada sobre estos aspectos de nuestra existencia es realmente un bálsamo para el alma. La nueva visión de la vida enfocada en la consciencia y no en la materia significa un salto abismal en nuestra evolución, que nos traslada a un espacio en el cual el nuevo concepto y significado de la vida permite que  emerjan otras conductas a nivel individual y colectivo. Estas nuevas formas de ser están basadas en el Amor incondicional, la Compasión y la Libertad y nacen desde un punto de equilibrio interior que permite la conexión con la energía de Cristo.

Haber leído y asimilado estos mensajes ha significado un cambio rotundo para mí, determinado por la expansión de mi consciencia y por la comprensión de estas cuestiones existenciales, y caracterizado por los matices de paz, armonía, esperanza y alegría que se han agregado a mi vida. Paz y armonía, porque he llegado a comprender, con la energía crística embebida en mi consciencia, el ciclo, el orden y el plan en el que se halla entramada mi vida y también nuestra humanidad, a pesar del posible caos o desorden aparente desde un punto de vista terrenal. Las situaciones que estamos viviendo y aquellas por las que hemos pasado encajan en un esquema perfecto desde esta nueva perspectiva, el cual tiene como único objetivo nuestro crecimiento interior y aprendizaje. Esta visión le ha dado un nuevo significado a mi vida; por lo tanto ahora ya no presiono sobre la realidad, simplemente confío en ella dejándome llevar por el flujo de la vida.
Esperanza, por entender que la transformación interior en cada uno de nosotros, la sintonización con la energía crística, finalmente se trasladará a la consciencia colectiva de la humanidad, dando como resultado un mundo nuevo, el mundo por todos soñados.
Y alegría, por comprender la magia y maravilla de este universo, y por saber que tenemos toda clase de milagros al alcance de nuestras manos si logramos abrazar esta Verdad que se nos ofrece. Una verdad que siento yace en estos mensajes, no en la superficie de las palabras mismas sino en la profundidad de la energía que hay detrás de ellas.

Ha sido con esta alegría y amor que he realizado la traducción de estos mensajes de Jeshua, canalizados por Pamela, sintiendo siempre conmigo una amable guía y una cálida energía, que siento viene de Jeshua y de mi ser interior, de mi recientemente conquistada ‘Tierra Crística’.
Infinitamente y por siempre agradecida a Pamela y a su esposo Gerrit por hacernos llegar, embebida también en su propia energía, la luz de nuestro querido y siempre amado Jeshua.

Sandra Gusella

 

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